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Monday, February 7, 2011

De sueños; un reencuentro y la receta.


Caminaba de subida por un tramo de terrecería, solo podía ver un camino árido, con aquella tierra que no ha sido tocada por el agua de lluvia en meses.

Terminé la que parecía ser una subida infinita. Al llegar a la planicie me encontré con un paisaje totalmente diferente. Era un espacio cuadrado, de cada uno de sus cuatro lados caían pequeñas cascadas de agua de no más de 80 centímetros de altura que adornaban aquel árido paisaje. El agua caía sobre algunas piedras decoradas, también, de forma cuadrada que parecían piezas de cerámica con diferentes motivos y dibujadas a mano, junto a caracoles finamente decorados.

Mi maestra, una mujer canosa que vestía un vestido largo hasta los tobillos, de terciopelo negro y cuello de encaje blanco se acerco a mí, me mostró lo que ella llamó "piedras potenciadoras", -¡te servirán! haz buen uso de ellas- me dijo, señalándome dos piedras con algunas parejas dibujadas. -Las hadas las han pintado especialmente para ti- finalizó. Las tomé y las guardé junto con algunos caracoles con patrones varios en una canasta de mimbre.

Mi grupo, de aproximadamente 10 chicos, elegidos para ser llevado hasta ese lugar, se reunió y volvió por aquél árido camino por donde habíamos subido en un principio. Nos dejaron en una tienda de aspecto inglés. Mientras esperaba sentada en una banca de madera dentro del aquel lugar, observé las piedras de cerca, efectivamente eran parejas dibujadas y parecían amarse.

Quité la mirada de las piedras justo cuando un joven pasaba delante de mí, vestía jeans, camisa y un saco de pana café, tenía el pelo largo y castaño. Tomé las piedras fuertemente y pensé que aquel chico era muy guapo, en ese momento él salió por las puertas de cristal de aquella tienda.

Me quedé observándolo. El se detuvo. Dudó un momento y volvió a entrar.

Dirigió sus pasos hacía mí y sin decir una palabra me extendió su mano con un pequeño papel.

Yo lo recibí. Lo miré fijamente y reconocí perfectamente esa cara con barba un tanto descuidada. Dio la media vuelta y salió de la tienda.

Por un momento quedé inmóvil con la mano extendida y un papel en mi mano. Al reaccionar abrí ese pequeño papel. Era una receta, receta que debía seguir para arreglar algunos "asuntos pendientes".

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