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Tuesday, January 4, 2011

Soy culpable.


Me declaro culpable. ¡Asesiné al amor!

El amor y yo eramos uno, vivíamos al unísono por las calles de esta ciudad. Embelesada, fui dandole lo que me pedía, en momentos recibía detalles, sensaciones y sentimientos que iban alimentando el alma de cada uno.

Un buen día, el amor se volvió conformista y egoísta, quiso para él todo lo que yo podía darle, sin otorgar nada a cambio. Fue entonces cuando decidí matarlo.

Lo seduje hasta el final y lo invité a un viaje. Volaríamos hasta la "gran manzana", ahí lo mataría y huiría. Tendría el tiempo suficiente. Así que cuando se descubrieran las reminicencias del cuerpo de aquel amor, sería muy tarde como para atraparme.

Era el medio día del 25 de diciembre, con una temperatura de -8° lo lleve de la mano por los marcados caminos de Central Park. Llegamos a Strawberry Fields y lo senté en aquella banca de madera en donde el viento era tan fuerte que congelaba el cuerpo. Le invité un café, él aceptó. -¿Dos de azúcar?-, él asintió, -No tardo, le dije.

El amor, confiado, sabía que no lo abandonaría y que regresaría por él. Egoísta esperó su café por horas, nunca imagino que algo malo me hubiera pasado, en cambio del egoísta amor solo obtuve gritos maldiciendome pensando en dónde podría haberme metido. ¡Tengo frío! gritaba. Y esperó.

Yo salí del país ese mismo día.

Al día siguiente se informó de una espectacular tormenta de nieve, no se había registrado otra igual en décadas. De aquel amor no se supo más nada. El egoísta esperó tanto tiempo tan cómodo en aquella banca, que ahí mismo se congeló y se desvaneció.



Imagen de Victor Eredel

1 comment:

MARIAN said...

MUY BUENO , ES LO QUE TIENE EL AMOR, QUE SE ACOMODA. uN SALUDO